Ensayo de una mierda anunciada—La crónica va al baño

La prueba
Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano
elevará esta noche una plegaria
a su curioso dios, que es tres, dos, uno,
y se dirá que es inmortal. Ahora
oye la profecía de su muerte
y sabe que es un animal sentado.
Eres, hermano, ese hombre. Agradezcamos
los vermes y el olvido.
—Jorge Luis Borges, en
«La cifra», 1981

El anuncio (que no disculpa). No soy escatológico, mas alguien tendrá que hablar de mi propia mierda: qué mejor que yo.

[espacio de reflexión para continuar o no con la lectura]

*3*2*1*

El ensayo (o anunciando la crónica). Muchas son las formas de una mierda, luego el cómo escribirla. La más directa y sencilla, por supuesto, son sus seis letras —o cuatro si se prefiere la variante catalana caca—; como fuere, lo que sigue son esbozos que motivó una reciente mierda (o mierdas motivadas por un esbozo, ya me dirán).

Uno médico. Siempre —siempre— es bueno corroborar el estado de salud de nuestro sistema digestivo, toda vez que de éste depende en gran medida nuestro andar por la vida, haciéndolo amable o sencillamente un viacrucis (con estaciones incluídas). Dicho ello, las más de las veces (i.e., las prisas por continuar la jornada me pueden ganar) suelo echar una ojeada a lo que sale de mi cuerpo cada día. Un color o textura accidentados, amén de un dolor intestinal, pueden ser, de hecho, parte ya de alguna patología. Entonces, repito: más nos vale mirar.

Uno contemplativo. Así las cosas, hecho el somero análisis puede uno jalarle a la cadena: aunque no sin antes, ahora, contemplar lo expelido. Esto es, una vez que nos aseguramos que todo salió —mal que bien— sin problema alguno, no está de más dar paso quizá a la vena artística. Si con manchas de tinta se descubren ideas (o ideales): la mierda también puede esconderlas (cf., la fábula del elefante, el ave y el gato).

Uno filosófico. No queda entonces sino jugar e imaginar que, para bien o para mal, eso que yace en el fondo del retrete fue una decisión intrínseca (nunca mejor dicho) de este nuestro cuerpo: ¿cómo podríamos interpretarla (además del arriba mencionado «análisis» médico)?, ¿fuimos acaso tan así de amasijo? Dicho de otro modo, ¿así como en la cama, cuánto tiempo se nos va en el retrete? Aprovechemos la inversión (y evitemos el gasto… o despilfarro).

Uno ególatra. Llegados a este punto, aquella mañana —sí, soy de ablaciones (sic) matutinas— después de, lo digo sin tapujos, admirar tal mierda, es que decidí, esta vez, poner manos a la obra. Ya verán ustedes, caros lectores, pero una mierda de tal calibre no se deja ir así como así. En México —sirva el apunte cultural— al ano se le conoce como asterisco, pues bien, lo que yo vi era un asterisco del asterisco. Un trazado perfecto de tres líneas; una estrella de seis precisas puntas. Juro que no me moví durante el acto y, mucho menos, manipulé la hez (una vez ésta en la superficie). Todo fue natural —¿producto de mi dieta sana alta en fibra?— y tan sólo restó tomar la instantánea de semejante hallazgo: un segundo de homenaje para un proceso de minutos (¿y horas?) de formación.

La explicación (del texto, por supuesto). Una vez hecho lo propio jalé la cadena y me propuse escribir estas líneas: escribir por la mierda. Cago ergo escribo.

Acá Caca (Monterroso dixit). La prueba (i.e., la foto, por supuesto):

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La prueba

La prueba

*[córtala]*

Un comentario en “Ensayo de una mierda anunciada—La crónica va al baño

  1. Oh my fucking Scheisse, mire usted, tesoro, yo conozco a una mujer que a su vez conoce a una coproexhibicionista, que se excita cuando alguien mira sus heces, suele hacerlo en los baños de su lugar de trabajo, ajjaaja

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