El prometer no empobrece: se premia.

Vaya lección nórdica la de hoy día. Una muy sencilla y directa: del dicho al hecho… hay un premio. Y grande, cómo no. Lejos aquellos tiempos en que Don Lázaro Cárdenas sentenciaba y subrayaba el trecho, el trabajo, el hacer. Ahora basta con el decir. El prometer.

Luego, cosa aparte, y que se entienda, es que Mr Obama sea el primer presidente negro del país más poderoso del planeta, que esté dando lecciones, sí, de diplomacia y de saber quedar bien con todos, de ser y parecer el niño bueno de la clase política de hoy día, de tener una bonita familia, y de echar a andar políticas públicas al parecer sensatas y maduras. Ello, insisto, es cosa aparte. Ello ya se premiará con más votos, uno que otro tratado o acuerdo, y en general con aumentos al bienestar gringo (y si bien nos va, con el resto del planeta). Ello, pues, será —esperemos— después… ¿mas hoy ha de premiarse? Sí, dicen los noruegos, y con la Paz por delante, amén de contante y sonante (es que, ya perdonarán, el monto del dinero no es de soslayar).

Sea pues. Pensándolo más, algo así hacemos los mortales. «Prometes serle fiel etcétera…», y tan así que nos premiamos con lazos, anillos, ajuares, y lo que esté al alcance. Algo así.

En fin, que quede claro, que el Nobel premia lo que Obama ha prometido. Amén.