Mujeres a los cuarenta*

A los cuarenta
aprenden a cerrar despacio
las puertas de los cuartos a los que
no han de regresar.

En el descanso de un rellano
sienten
bajo sus pies moverse cual cubierta
aunque sea ténue el oleaje.

Y en el fondo de los espejos
redescubren
la cara de la niña que se prueba
el labial de la madre en secreto

Y la cara de aquella madre,
tibia con el misterio del cosmético.
Son ya ellas mismas más madres que hijas.
Algo las llena, algo

que es como el sonido del ocaso
y los grillos, inmenso,
llenando bosques al pie de laderas
detrás de sus hipotecadas casas.

DONALD JUSTICE
*versión MAAG, la original versa sobre hombres: Men at Forty

El palacio de Zamora

Seguramente no pocos asiduos y avezados lectores de Jorge Ibargüengoitia pensaron que sólo él podría echarse al hombro la historia de Rosa del Carmen Verduzco y La Gran Familia de Zamora, Michoacán. Es posible. Así como con las Poquianchis y Las muertas (1977), el “albergue” zamorano tiene sin duda material para una ficción ibargüengoitiana; la diferencia, sin embargo, es que esta vez la tragedia no parece tener tintes de humor negro. ¿Qué se puede escribir cuando uno está rodeado de niños? A saber si el de Guanajuato hubiera firmado, por ejemplo, una carta pública de apoyo a la Sra. Verduzco y su labor; a saber si, al menos, una editorial hubiera escrito al respecto, ¿a favor o en contra?, ¿en broma o en serio?

Quien sí escribió al respecto fue Robert Walser (1878-1956). Con la misma edad de muchos de los “huéspedes” de Zamora, Robert Walser comenzó a escribir sus primeras líneas en Biel; en la foto al recibir la confirmación se lo ve de unos quince años, un niño adolescente: «la vida lo negaba», llegó a escribir el adulto Walser, y su madre siempre tenía prisa, «se ocuparía de él si pudiera permitírselo».

Sí, Robert Walser debió de escribir de algo como lo de Zamora. Y lo hizo, pero no en novela (o diario, mejor dicho), aquella de Jakob von Gunten (1909) y su Instituto Benjamenta, sino en “sueños”.

El escritor de “Schloss Sutz”, incluído en Träumen (Suhrkamp, 1985), en voz de alguno de sus habitantes cuenta, mutatis mutandis, lo que ocurría en aquel recinto mexicano dirigido por la señora Verduzco. El palacio Sutz, por cierto, es una invención; la localidad existe, pero no hay palacio alguno, es una utopía… Acaso como la que algunos, qué caray, describieron en sus columnas, peticiones, crónicas y reportajes. Walser se les adelantó, y de qué manera.

Traigo aquí un fragmento del texto (con mi traducción), y dejo que el lector curioso consulte por su cuenta el resto de la narración (disponible en español en Sueños [Siruela, 2012], o bien, si deja un comentario de solicitud, y me da tiempo, próximamente en este espacio); es la parte inicial, cinco párrafos, y la final, dos párrafos; quedan pendientes ocho:

“Palacio Sutz” de Robert Walser
noviembre 1920
(fragmento, ver. de maag)

Todos nosotros estábamos ahí bien resguardados, pues la Señora resultó ser la amabilidad misma. Ella era previsora, liberal y tan contemplativa como elegante. Qué encantadora se la veía en su traje de montar. Ninguno de nosotros la olvidará jamás. «Quien conmigo se aburre comete un pecado», solía decir.

Como un sueño era estar con ella. Todo el mundo era su puntual sirviente. Para ella no había diferencias. Todos éramos como sus hijos. Así como era de joven y bella, así también encontraba el gusto para cuidarnos como una madre. Lo hacía todo tan natural como si no tuviera otras preocupaciones.

«Señores míos», decía, «soy responsable de ustedes, pero sé que me facilitarán la tarea encomendada». Y sonreía bondadosa. Como fuere, el caso es que todos estábamos encantados con ella. Cada cual contaba al otro cuán maravillado y encantado estaba con esta mujer.

Nos constaba estar cautivos, pero no lo sentíamos. La comida era nutritiva. Había pastel, buena sopa, de vez en vez una salchicha, un tipo de papas fritas llamadas rösti, café y té, y buenos puros. No deseábamos nada mejor.

Nos exhortaban para trabajar, pero no nos obligaban. Cada quien hacía algo con alegría, pues comprendía que era por su propio bien. No habríamos podido tumbarnos al sol y soñar y fantasear como aquel inútil descrito por Eichendorff.

[…] Aquí vivían el amor, el arte, la naturaleza y el cariño mutuo.

También había enfermos; ellos encontraban cuidado médico. Para todo lo necesario había discreto cuidado; todo esmero, protección, se daba naturalmente.

Así más o menos era aquello. Podría contar un poco más, pero como tiene el mismo sentido, puedo saltármelo; porque quisiera mostrarme objetivo y parecer mejor lacónico que hablador.~

Robert Walser, ca. 1893, de RW: Una biografía literaria, J. Amann

Robert Walser, ca. 1893, de Robert Walser, R. Mächler, 1992

Lichtenberg y #ReadWomen2014

Sin duda la belleza masculina no ha sido lo suficientemente trazada por las únicas manos que mejor pueden hacerlo: las femeninas. Siempre me es grato escuchar de una nueva poeta. Si tan sólo (ella) no se formara según la poesía masculina, ¡qué no se podría descubrir ahí!
Georg Christoph Lichtenberg [Sudelbücher, F 1077; 1776-1780]
versión de maag

Juana_Inés_de_la_Cruz«¿Qué podemos saber las mujeres sino filosofía de cocina?… Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.»
Juana Inés de la Cruz (1691) en respuesta a Carta de sor Filotea de la Cruz

Más de Lichtenberg en Twitter: @GC_Lichtenberg;
Más del #ReadWomen2014 en inglés: by Joanna Walsh.

Robert Walser imagina a John Lennon

En tiempos de la Primera Guerra Robert Walser hace llegar el siguiente texto a la redacción de un número dedicado al conflicto bélico; según la nota al pie de página del libro Träumen (1985), donde a la postre se incluyó la pieza, el escritor (les) agradece la consideración dado que, “como dicen, quieren incluir en sus páginas la declaración de un abstraído o soñador”. Del texto hay dos versiones, ésta de Träumen y otra editada en Poetenleben (1917, 1985) como parte, a su vez, de un texto intitulado “El trabajador”, en donde, en la narración, se compusieron dos pequeñas prosas, y una de ellas es esta que nos ocupa en una versión sin título, dividida en párrafos y con sutiles variantes. No se sabe cuál es la primera versión, algunos opinan que es la del trabajador. La incluída en Träumen se supone entonces la versión final, es la que Walser titula “Fantasear”, y la que bien podría considerarse, amén de terrenal y práctica (?), la primera versión de una canción como “Imagine” de John Lennon. En español se recoge en las respectivas traducciones de la editorial Siruela, Sueños (2012) y Vida de poeta (2010); aquí publico mi versión.

Fantasear (1915) de Robert Walser

Ahí las personas son amables. Tienen la gentil necesidad de preguntarse mutuamente si en algo pueden ayudarse. No pasan entre sí con indiferencia, como tampoco se molestan unos a otros. Afectuosos son, pero no demasiado curiosos. Se toman en cuenta, pero no se fastidian entre sí. Quien es infeliz ahí no lo es por mucho tiempo, y quien se siente bien no es por ello arrogante. Las personas que ahí viven, ahí donde las ideas, están muy alejados de encontrar placer en el malestar de otros, y de sentir execrable alegría cuando el otro se encuentra en aprietos. Se avergüenzan ahí del gusto por el mal ajeno; prefieren ver en ellos el daño que verlo gustosamente en otros. Esta gente tiene tal necesidad de la belleza porque no soporta ver los estragos del prójimo. Ahí toda la gente se desea lo mejor. Nadie vive ahí que desee lo bueno sólo para sí, y quiera saber sólo a su pareja e hijos en buen recaudo. Se quiere también que la pareja e hijos del prójimo se sientan felices. Cuando una persona de alguna manera ve a un infeliz, también su propia felicidad es estropeada, porque ahí, donde el amor al prójimo habita, la humanidad es una familia y no puede haber nadie feliz si no lo son todos también. Envidia y celos son ahí desconocidos, y la venganza es algo imposible. Ahí nadie se interpone en el camino del otro, nadie triunfa sobre nadie. Donde uno descubre sus debilidades, no hay nadie que quiera aprovecharse, pues todos se tienen en gran consideración. El fuerte y poderoso no puede recibir ahí admiración, porque todos poseen igual fuerza y ejercen igual poder. Las personas dan y reciben en un intercambio elegante sin ofender a la razón y al entendimiento. Amor es ahí la ley más importante; amistad, la primera regla. Pobreza y riqueza no las hay. Reyes y emperadores ahí, donde la gente sana vive, nunca se han dado. La mujer no domina sobre el hombre, pero el hombre tampoco sobre la mujer. No domina nadie, mas que cada cual sobre sí mismo. Ahí todos sirven a todos, y el sentido del mundo es claramente eliminar el dolor. Nadie quiere disfrutar; la consecuencia es que todos lo hacen. Todos quieren ser pobres;  de ello resulta que nadie lo sea. Ahí, ahí todo es bello, ahí quisiera vivir. Entre personas que se sienten libres porque se limitan, ahí quisiera vivir. Entre personas que se respetan, ahí quisiera vivir. Entre personas que no conocen el miedo, ahí quisiera vivir. Me doy cuenta que fantaseo.~

Robert Walser de Pablo Gallo, 2009

“Robert Walser” de Pablo Gallo, 2009

Párvulo y aspiradora

Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar
Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar
Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar
Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar
Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar
Aspiradora apagada
Aspiradora encendida
aspirar

SASCHA STIENEN
versión de MAAG

Sebald: Ola de calor de octubre

Desde el desnivel
que lleva
al túnel
Holland yo vi
el disco rojo
del sol alzándose
sobre la
ciudad prometida.

En la tarde
temprano el
termómetro
alcanzó trein-
ta y la metálica
neblina azul
colgaba sobre las
torres brillantes

mientras en la Conferencia
de la Casa Blanca
sobre el Clima el
presidente oía
a expertos hablar
de convertir
algas verdes en
limpio combustible y yo acostado

en mi oscurecido
cuarto de hotel cerca
del parque Gramercy
soñando a través
del rugir de Manhattan
en un gran río
precipitándose en
una catarata.

En la noche
en una reunión
me quedé en la
terraza
y lamenté el
árbol trunco
que creció en un
cesto del jardín.

Prácticamente des-
hojado era
de una especie
desconocida, su tronco
y sus ramas
dañadas con
cables de di-
minutos focos.

Una mujer joven
llegó hasta mí
y dijo que aun-
que de vacaciones
había pasado
todo el día en
la oficina
que a diferencia

de su apartamento estaba
con aire acondicionado
y fría como la
morgue. Ahí,
dijo, yo estoy
feliz como una
ostra abierta
en una cama de hielo.

W.G. SEBALD (1997) en Across the Land and the Water: Selected Poems 1964-2001, Penguin, 2012.

*ver. de maag; acá en un tumblr el original (y en inglés).

Insultos y similares

  • viejo pendenciero
  • viejo remendado
  • inmundo
  • pellejero
  • manchón
  • impostor
  • carademono
  • necio
  • vieja puta
  • espurio
  • bruto
  • granuja
  • torpe
  • bocafloja
  • bellaco
  • canalla
  • burro
  • bribón
  • jetadechango
  • zoquete
  • estúpido
  • malandrín
  • pillo
  • ladrón
  • golfa
  • tarado
  • güey
  • cabrón
  • guarra
  • tipejo
  • saco de pulgas
  • pedazo de tonto
  • carne de horca
  • hatajo de puercos
  • patán
  • sinvergüenza
  • mequetrefe
  • pícaro
  • mocoso
  • pico de pájaro
  • cachorro
  • haragán
  • pilluelo
  • desperdicio de pan
  • colilla
  • cobarde
  • bruja
  • chusma
  • carroñero
  • prostituta de regimiento
  • fanfarrón
  • irse al diablo
  • que te viole el diablo
  • que te parta un rayo
  • verselas mil veces negras
  • rayos y centellas
  • pasar apuros
  • ¡santos cielos!
  • ¡demonios!

@GC_Lichtenberg (1775)

NB. El original en alemán (con * sin traducción en la lista):

Schimpfwörter und dergleichen

alter Krachwedel; alter Hosenhuster; Dreck auf den Bart (Araber); Bärnhäuter; Schandbalg; Betrüger; Lork*; Affengesicht; Narre; Matz*; alte Hure; Bankert; Flegel; Rekel*; Bengel; Tölpel; Gelbschnabel; Schuft; Hundsfott; Esel; Schlingel; Maul-Affe; Klotzkopf; Dummkopf; Schurke; Spitzbube; Dieb; Hure; Nickel; Mensch; Drecksau; Schlampe; Vettel*; Luder; Lausewenzel*; Flöhbeutel; Galgenschwengel; Galgenvogel; Sauwedel; Lümmel; Saulümmel; Laffe; Schelm; Rotzlöffel; Schnauzhahn; Hundejunge; Poltron; Lausebalg; Schandbalg*; Scheißmatz; Knasterbart; Memme; Hexe; Canaille; Trulle*; Schind-Aas; Regiments-Hure; ————Nickel; hol dich der Teufel; daß dich tausend Teufel zerreißen; daß dich der Donner und das Wetter erschlüge; daß du tausend Schwere Not hättest; daß du die Kränke hättest*; Blitz, Hagel, und alle Wetter; Schwere Not!; Himmel Sakrament!; Potz Donner, und der Teufel*; Tausend Sakrament*; Beim Teufel.  [D 661]

Domingo en Watertown con Frank Sinatra

Quizá como solaz de lo sucedido recientemente alrededor del Watertown de Boston, aquí unas líneas sobre el Watertown de Frank Sinatra; escritas por Matt Domino y publicadas en marzo de este año en el blog del Paris Review.

Blue Eyes en Watertown por Matt Domino
Nadie con menos de cincuenta años de edad escucha realmente ya a Frank Sinatra. Como todo, puede haber sus excepciones, pero en general es así. Frank Sinatra es un artista legendario cuyo trabajo será siempre referido y disfrutado; su era de relevancia directa, sin embargo, obviamente se ha ido, y la anecdótica está empezando a apagarse.

Asociamos a Frank Sinatra con una América del pasado, un tiempo de muchachos y muchachas, una época donde la gente se balanceaba y bailaba el swing, y donde el cantante de salón era el rey. El singular talento de Sinatra era el de mantener tal visión incluso cuando ésta se erosionaba con el tiempo: hacerte sentir viejas sensaciones en una era moderna. El auge de Sinatra fue desde finales de los 40 hasta finales de los 50, grabó empero “New York, New York” en 1977. Y “My Way” te hace sentir como un tipo orgulloso mirando el horizonte del Manhattan de posguerra, aun en 2013.

Sin embargo, el mayor logro de Sinatra pasado por alto es quizá el disco donde no se siente como si evocara a aquella era que más amó o conoció. En 1969, el mismo año en que Frank Sinatra grabó “My Way”, sacó un disco llamado Watertown. Puede ser que incluso algunos de los más fanáticos de Sinatra —como mis abuelos y sus primos y primas— hayan olvidado al Watertown. Pero Watertown es el mejor disco de Frank Sinatra y su más duradera contribución a la cultura americana.

Si usted escucha suficiente música y lee suficiente crítica musical, encontrará frecuentemente revisiones de discos donde comparan una canción con un cuento o el disco con una novela. Queremos que nuestra música tome importancia, que suponga la altura de la gran literatura. Yo he escuchado montones de discos y amén del Astral Weeks de Van Morrison, el Watertown de Frank Sinatra es la única grabación donde puedo honestamente decir que se siente cual literatura en disco.

El disco es aparentemente sobre un hombre que vive en Watertown, el cual supone ser cualquier pueblo de los Estados Unidos; un lugar donde «nada pasa en el centro/ excepto la llovizna». Este hombre ha perdido una mujer, una mujer que presumimos es su esposa. Él pudo haberla perdido debido a un doloroso divorcio o porque quizás murió, no lo sabemos.

Y eso es todo. Ese es el concepto de todo el disco. A lo largo, tenemos reflexiones acerca de los hijos del protagonista y a cuál de sus padres se parecen; el hecho de que él no superará lo de su pareja por un tiempo; y que no importa el qué, si él hubiera sabido lo de ahora, de todas formas estaría todavía enamorado. Por último, el disco termina con el protagonista esperando un tren llegando a Watertown que se supone trae de vuelta a su vida a la pareja: no es claro si esto es imaginado o no. Mientras el protagonista espera, él explica a ella todos los cambios que han pasado mientras ha estado lejos y cuánto hay que contarle; el cómo caminarán por la calle y se verán tan enamorados yendo por los niños a la escuela. Sin embargo, cuando el tren arriba, él no la ve en ninguna parte.

Ese es el disco, de éso “trata” Watertown. La historia es ambigua, pero es en gran medida construída en la tradición de cualquier realismo o incluso, qué diablos, de la literatura modernista [anglosajona]. Escuchamos cómo el protagonista narra los más pequeños detalles de su vida, sus rutinas diarias, sus mínimas epifanías, todo en un esfuerzo por superar a su esposa quien lo dejó o murió. Watertown está hecho del mismo material que Flaubert, Woolf, Hemingway, Joyce, Faulkner y Tolstói. Todos esos escritores que fueron tan a fondo de la realidad, que no pudieron hacer más que intensificarla.

Ahora demos un paso atrás y recordemos una cosa: estamos hablando de Frank Sinatra. Un disco de Frank Sinatra hecho en el umbral de los 70. Dado que Watertown es un disco y no un libro, y que Frank Sinatra es un cantante y no un escritor, tenemos claramente que hablar de la música en sí.

Cuando uno piensa en la música de Frank Sinatra, uno piensa probablemente en rebosados arreglos de cuerdas, estridentes secciones de metales y tintineantes notas inalcanzables de piano. Y, por supuesto, la voz, ese incontebible instrumento de confianza y serenidad. Es el tipo de música que está unida a cocteles e iluminados comedores y bares de buen gusto; la música que cualquier estadounidense nacido después de 1950 ha naturalmente asimilado en algún lugar de su sangre y conciencia.

Pero ese no es el Sinatra de Watertown. Hay sí arreglos de cuerdas a lo largo del disco y pequeños trozos de brilloso metal donde las cosas se ponen triunfantes, aunque triunfo en este disco no es más que el sonido del abierto y completo anhelo —aquellos momentos cuando recuerdas alguna caminata olvidada de tus años universitarios bajo los árboles en un bello día, y te das cuenta de que nunca podrás recapturar incluso la vitalidad de un olvidable momento de juventud—. Pero en general, es en gran medida un Sinatra nunca antes escuchado. Hay un bajo eléctrico directamente de los sesos de McCartney o Wilson; melodías que parecen extrañamente Hendrixianas; y pianos y tonadas que uno hasta puede imaginar al Bowie de antes cantando.

El disco abre con las ominosas y redondas notas del bajo de la canción homónima. Sinatra entra a la combinación y canta en un tono si no de inseguridad, sí del de un hombre que parece derrotado (o al menos resignado a su suerte). Es un tono disonante, pero como oyente te intriga y atrae a las subidas y bajadas del resto del disco.

Y sería fácil para mí discutir cada canción en su totalidad; podría decir por qué “Elizabeth” es una canción perdida de Pet Sounds; cómo “Goodbye (She Quietly Says)” podría ser la canción más triste de los tiempos; y cómo Jimi Hendrix, de haber vivido, hubiera versionado un día “What’s Now is Now” en su inevitable fase de “madurez” que hubiera comenzado en 1973 y terminado una vez que escuchara Marquee Moon. Sin embargo, ello sería más que exhaustivo.

Hay, eso sí, un tramo de canciones que quisiera discutir. En mi opinión, el corazón de Watertown yace en “For a While”, “Michael & Peter” y “I would be in love anyway”: la tercera, cuarta y quinta canción del álbum. En el curso de estas tres canciones uno experimenta toda la gama de emociones que contiene el disco, pero en la dosis adecuada.

“For a while” es una balada fluída llena de punteos de guitarra, repiqueteos de marimba, bajo ágil, y la madera de Sinatra necesaria y las secciones de cuerda. Para mí, es el sonido del mes de abril. (Y yo recomiendo escuchar “For a While” en una mañana de primavera de camino al trabajo, y reto a decir lo contrario.) Pero el corazón de esta canción es una tremenda sensación de pérdida. Un ejemplo de la letra:

People say to me [La gente me dice]
You need company [necesitas compañía]
When you have some time to spend [Cuando tengas tiempo]
Drop around and meet a friend [pasa y ve a un amigo]
They forget, that I’m not over you [Olvidan que no te he superado]
For a while. [por un tiempo]

Esa letra, escrita por Jack Holmes (quien escribió la versión original de “Dazed and Confused”) y Bob Gaudio (ex miembro de Four Seasons), es concisa y perfecta. No necesita extrapolación.

Yendo de la tercer canción a la quinta, “I Would Be in Love” es el mejor ejemplo del disco “haciendo” triunfos. La canción abre con unos casi repiques de guitarras, aires de música de gaita y piano Motown, mientras Sinatra canta:

If I knew that you would leave me [Si hubiera sabido que me dejarías]
If I knew you wouldn’t stay [Si hubiera sabido que no te quedarías]
I would be in love anyway [Estaría enamorado de todas formas]

Sometimes I think, I think about before [A veces pienso, pienso en el antes]
Sometimes I think [A veces pienso]

Entonces, la música se dispara y Frank suelta las riendas en su más grande My Way-voz:

If I knew then, what I know now [Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora]
I don’t believe I’d ever change somehow [No creo que cambiaría jamás de alguna manera]

Otra vez, uno no necesita que alguien explique la letra. La música se siente triunfal y nos transporta, pero el “triunfo” en sí es sólo una pequeña epifanía, la comprensión de un hombre que nunca cambió: sin importar el qué.

Finalmente, regresando a la cuarta canción, está “Michael & Peter”, que es una de las obras maestras perdidas del pop de los sesenta. Esta canción cubre prácticamente cada tono complejo y emoción que pueda imaginar. Comienza con una melodiosa, casi española, guitarra, mientras el protagonista canta sobre qué rostro tiene cada cual de sus hijos y cómo su hijo Peter se parece a él «excepto cuando sonríe». Luego, la canción cambia después del minuto a una melodía de piano ligeramente inquietante pero dinámica, donde el protagonista explica cuánto ha llovido en el pueblo y otras minucias del día a día tales como la mano de pintura que necesita la casa.

Y después de otro minuto, el tempo sube y cambia de velocidad y entran una guitarra Ennio Morricone y un xilófono. El protagonista canta sobre trabajar «para Santa Fe» y cómo nunca ha faltado, y toda la canción se siente extremadamente inspiradora. Cuando uno llega a lo que supongo es el coro, hay arrolladoras cuerdas y stacatto de trompetas y el protagonista está cantando «as far as anyone can tell, the sun will rise tomorrow [por lo que cualquiera ve, el sol saldrá mañana]». Todo se repite y luego se desvanece mientras el protagonista repite «you’ll never believe how much they’re growing [nunca creerás cuánto están creciendo]». No necesito decir más.

La gente aún disfruta de la música de Beethoven y Mozart, pero su cercanía se ha desvanecido desde hace mucho tiempo. Lo mismo pasará con la mayoría de la música de Frank Sinatra a medida que nos movemos a través del siglo XXI y en el que sigue. “The way you look tonight”, “I’ve got the world on a string”, “Fly me to the Moon”, esas canciones será siempre por todos reconocidas como grandiosas e importantes, pero no las sentiremos más en nuestra vida diaria: sentir su relevancia. No importarán más que como documentos distantes del dónde estaba nuestra cultura en un momento dado del siglo XX.

Los Beatles y Bob Dylan serán relevantes por siempre porque ellos fueron capaces de ligar nuestras cabezas y nuestros corazones de extrañas maneras; y los Rolling Stones y Led Zepellin permanecerán ineludibles simplemente por lo que les hacen a nuestras entrañas, y por cómo hacen sentir nuestra sangre y músculos con sólo un mínimo riff de guitarra. Sin embargo, muchos se quedarán en el camino. No lo digo solo por ondear la bandera del rock clásico, pero las riendas tienen que llevarse.

Entre más escucho a Watertown, más pienso que es la oportunidad de Frank Sinatra de ser realmente sentido por cientos de escuchas a partir de ahora. Para mí, el disco suena sin época alguna. Cuando uno escucha Watertown uno no imagina Manhattan en su apogeo después del triunfo de Estados Unidos en la Segunda Guerra: uno imagina a un tipo caminando sin rumbo por su casa en un pueblo que podría estar en América, Irlanda o la Francia rural; uno imagina a un hombre mirando viejas fotos y observando el polvo acumularse encima de la alfombra, con la luz naranja que se apaga de un domingo en la tarde. Y aun si la música en sí no pasara la prueba de eternidad, las letras y la historia lo harían. Divorcio, muerte, soledad y envejecimiento nunca pasarán de moda. Esos elementos básicos de la vida cotidiana, y las epifanías que traen consigo, han sido relevantes desde Shakespeare hasta Tolstoy, Joyce y Louis CK. Watertown fue la única vez en que Frank Sinatra no estaba cantando sobre emociones que parecían que se podrían comprar en una caja. Fue el momento en que el hombre que cantó “My Way” se dió cuenta que orgullo, amor y dolor vienen en formas y sombras sutiles. ~

Trad. de Mael Aglaia

*Imagen de Amazon

*Ligas (referidas también en el texto):