Carballo en Cuba

Pero Calvert había pasado por otra enfermedad no sufrida por Keyserling. Había caído en desgracia política y su situación en la Casa de las Américas era más que precaria. La culpa, como siempre, no era suya pero sí el castigo. Sucedió que vino de visita a Cuba un escritor mexicano invitado por la Casa. Se llama Emmanuel Carballo. Nunca lo conocí pero no he olvidado su nombre, no por lo que escribió sino por lo que habló. Calvert salió varias veces con Carballo (tal vez más de lo que era su deber de anfitrión cultural) y una noche sentados en el peligroso y apacible Malecón, Calvert confió sus temores a Carballo, que eran sexuales, homosexuales, pero no propios. La confesión era una confidencia. Ingenuo pero grave error, máxime cuando Calvert sabía que había de tener cuidado con los extranjeros que venían a buscar regalos, griegos a la inversa, siniestros. Calven le contó a Carballo que en Cuba se estaban deportando homosexuales a granjas de trabajo en el interior que eran verdaderos campos de concentración, con guardianes y perros pastores y alambradas eléctricas. Entonces no era nada conocida esa cacería y captura velada pero sistemática. Sólo unas pocas gentes del Gobierno lo sabían. Era un secreto del Ministerio del Interior. Pero Calvert se enteraba de todo, sobre todo de los secretos de la esfinge que devora. Además tenía un amigo negro que había caído en una de esas redadas sigilosas pero, cauto, se había podido comunicar con Calvert. Carballo mostró un asombro sin límites y hasta indignación. También un interés alentador a la revelación. Calvert le dio datos, nombres, lugares, pero le pidió por favor que no los diera a conocer a su vuelta a México, no todavía. Carballo le juró discreción eterna —que duró una noche.

Al día siguiente Yeyé Santamaría hizo llamar a Calvert a su oficina. “Me desvistió”, me confesó Calvert. A veces, sobre todo cuando estaba nervioso, eran los anglicismos y no la tartamudez que lo traicionaban. Calvert quería decir “Me desnudó”. Carballo, ni corto ni cortés, se había ido a ver a Haydée Santamaría y le reveló en la mañana todo lo que le había contado Calvert la noche anterior. Le dijo además que era muy peligroso para la Revolución tener “gente así” en puestos de confianza. “No supe qué decirle a Yeyé”, me contó Calvert, “excepto tal vez recordarle que mí puesto no era de confianza”. Por supuesto, desde ese momento la situación de Calvert en la Casa de las Américas se hizo insostenible, rodeado de ojos vigilantes y regulado por nuevas prohibiciones, entre ellas las de confraternizar con
extranjeros. Tal vez, con su experiencia, salvadora para Calvert.

Guillermo CABRERA INFANTE en “¿Quién mató a Calvert Casey?”, Vidas para leerlas (1998)

Un requiebro a los cien años

Cumplidos los cien años, la damisela encantadora Esther Borja (1913-2013) se quebró. No sé si así también lo dirán allá en su Cuba, pero en México cuando uno muere, se quiebra. La musa de Lecuona recién acaba de morir; yo, también recién, redescubro (gracias a un programa de radio de La B grande de México) a la “Damisela encantadora” del cubano. Una epifanía. Lo hago en voz de Juan Arvizu. Dudé al principio pues la interpretación no se escuchaba tan aflautada como en su “Mientes” (D. Pérez Arcaraz) o “Gema” (G. Cisneros), donde el tenor de la voz de seda (se) acaricia demasiado. Con tan “Damisela encantadora” Arvizu logra tener la seda de la voz. Así como Borja, Arvizu forja en la inspiración de Lecuona una damisela que ya quisieran tantas señoras y no pocos señores, esos que dedican requiebros con gran pasión…

Esther Borja y Ernesto Lecuona

Esther Borja y Ernesto Lecuona

Desafortunadamente no puedo ligar aquí directamente el video en YouTube de la interpretación de Arvizu de “Damisela encantadora”, pero ustedes que pueden busquen y verán, no hay pierde, les va garantizado. Hay por supuesto otras interpretaciones de gran valía, amén de la original de Borja: Plácido Domingo o Alfredo Sadel, por ejemplo. Lo que sí es esta página con el audio que refiero: Arvizu encantador.

Una revolución en la revolución

Con esas palabras describe Mónika Krause a la circulación del libro «¿Piensas ya en el amor?», de Heinrich Brückner, en los hogares de La Habana, Cuba. Libro que por ella, Mónika, comenzó a leerse y consultarse. Eran los años 70 de una Cuba que se empeñaba en hacer valer su revolución pero que, sin embargo, mantenía intactos los papeles tradicionales del hombre y la mujer. Si bien se pugnaba por una emancipación de la mujer, hacía falta algo más que asambleas y discursos donde ésta tuviera más asientos y micrófonos disponibles. Hacía falta, sí, una revolución en la revolución, y Mónika la comenzó. Sigue leyendo

Bohemiada

Así, totalmente lúdica y sensorial puede ser una noche de bohemia. O al menos así debería ser, pues vaya muestra que nos da este par de voces caribeñas. En respectivo orden, Danny Rivera y Cheo Feliciano interpretan (gozan) «Cosas del alma», de Pepe Delgado, «La Gloria eres tú», de José Antonio Méndez, «Poquita fe», de Bobby Capó, «Delirio», de César Portillo de la Luz, y «Juguete», de Bobby Capó.

Danny hace de su voz una escalera y alcanza el cielo tisú; Cheo sencillamente delira sensualidad. Ambos tienen filin.